lunes, 10 de abril de 2017

El reloj


Habiendo cenado, reído, hablado, dormido, suspirado, y vuelto a reír, la miré a los ojos, y susurré lo mucho que me gustaba su risa, solo para verla sonreír una vez más...

Me acerqué a su regazo, y me perdí en el  hipnótico ritmo de su corazón... nada más me hacía falta, nada había ya por desear, ese instante... era perfecto.

De repente se incorporó, y me acusó sin piedad de adelantar los relojes para que el tiempo juntos se fueran más rápido...

Y me besó como siempre, como si la vida se le acabará, como si de mis labios brotara su esperanza...

Me beso con tesón, casi que con angustia, ahogando un grito desesperado, una llamada de auxilio...

Entendí entonces, que aún cuando poco dijera, sus silencios eran muy elocuentes,  y que yo había sido hasta entonces un pésimo lector.

El reloj marcaba las once treinta, yo tenía ya que partir... treinta besos me acompañaron al bajar la escalera, mientras su voz aguda susurró: "juicioso, me avisas al llegar".

Fueron las horas más cortas que he vivido... según los relojes, más de cuatro... según el corazón, solo un par de instantes.

"Quizá si sea posible controlar el tiempo..." (pensé).


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