jueves, 10 de diciembre de 2015

La rutina a la hora de dormir...


Se disponía a dormir cuando la vio, sentada como siempre en el sofá frente a la chimenea, sus piernas dobladas y ocultas bajo una frazada rosa,  el libro de turno reposando en su regazo mientras su mano izquierda se refugiaba inconscientemente bajo su blusa a la altura de sus senos -le agradaba la manera en que el calor de su propio cuerpo mitigaba los embates del frio en sus manos-. Sus ojos  repasaban cada línea con habilidad, devorando párrafo a párrafo cada fragmento de una historia que parecía tenerle atrapada, no había para ella nada en el mundo que en ese momento importara más, y para él no había nada en el mundo más sensual que aquel panorama.

Tuvo el impulso de acercarse lentamente a su templo, a ese rincón tan suyo de la casa, se moría de ganas por darle un beso pero más que eso quería sentir su aroma, la fragancia de su cuerpo unida al olor de sus libros y  a los leños de olivo que lentamente se consumían en el fuego creaban un ambiente al que Manuel llamaba hogar; sin embargo desistió de hacerlo, era tan perfecta, tan hermosa y ensimismada que la más leve intromisión podría arruinar la maravilla que estaba presenciando, por lo que decidió subir de la manera más sigilosa posible.

-¿Te vas tan pronto?- murmuró Alejandra sin moverse un centímetro al menos, ni apartar la mirada de su libro.

-Intentaré dormir un poco, ya sabes que no se me da muy fácil que digamos-  respondió él, asombrado de que ella le hubiese visto, ¿desde cuándo habría notado su presencia?

-Ven aquí, sé de algo que podría ayudarte- dijo ella en un tono ciertamente misterioso, orden a la que él obedeció al instante.

Caminaba hacia ella sintiendo un nerviosismo inexplicable, la amaba con toda el alma y estar a su vera siempre le llenaba la vida, pero esos instantes previos al roce de su piel, aun con el paso de los años, seguían llenándole de ansiedad, se sentía como un niño, a punto de recibir un regalo esperado, una golosina anhelada.

Sólo cuando estuvo a escasos centímetros de su ser Alejandra con un suave y simultaneo movimiento dobló la esquina superior de la página que leía mientras levantó su rostro buscando aquellos ojos que desde lejos la miraban hacía unos instantes, y cuando lo vio sus ojos se llenaron de una luz indescriptible; lentamente se arrodillo sobre el sofá, y su mano, ahora tibia gracias a su calor corporal acarició el rostro de su amado, cual si descubriera por primera vez cada forma, pliegue, arruga, y facción;  lentamente se fue acercando a él, acercando el rostro a un cuerpo que temblaba, no de frio, sino de excitación.


-Duerme mi cielo- susurró mientras acercaba su rostro buscando sus labios, -yo pelearé por ti con los malos sueños si llegan…-  su frase culminó en un beso sublime, el frio superficial de sus labios contrastó con el ardor del amor que ese pequeño momento entrañaba, ella se abrazó a él con tanta fuerza que se rindió a sus movimientos… para cuando abrió los ojos la alcoba era el escenario, la hora de dormir había llegado y con la penumbra como manto susurraron palabras de amor mientras se perdían en una noche que empezaba…