sábado, 10 de mayo de 2014

Ella (Diana Esther Pereira Vargas)

Ella, en opinión de todos los que la conocieron,
solía tener los mas bellos y expresivos ojos,
Y a ellos renunció... permitiendole a los años depositar en su mirada la sombría marca del desvelo, 
pues de su propio sueño se olvidó por velar el mio innumerables noches, y calmar los miedos que la penumbra guardaba para mi.


Ella, a juicio de todos aquellos que de joven le admiraron,
poseía el cuerpo de una ninfa, una figura perfectamente tallada por la mano de Dios... y a ello renunció... si, a sí misma se negó por darme a mi la vida... su delicada silueta no dudo en sacrificar,
y sus perfectas formas abandonar, para cargar dentro de sí, mi ser.


Ella, al igual que toda mujer valiosa, tenía su joven alma cargada de metas, proyectos, planes y deseos... Y pudiendo escoger entre todo ellos, y priorizar respecto de lo que para sí quería, 
tuvo a bien tenerme a mí como prioridad, 
amarme con toda el alma, aún desde cuando era incierta mi existencia, dedicarme su juventud, sus fuerzas, su tiempo, su vida entera, su alma en pleno.


Ella, a mi parecer, sigue teniendo los más bellos ojos que esta tierra haya visto jamás...


Ella, a mis ojos, sigue siendo la más bella dama entre todas las que mi Dios decidió crear.. 

Tan bella que ni los años, ni el desvelo, han logrado borrar de su ser la hermosura con la que Dios la dotara...

Tan bella que ni la angustia, ni lo incierto, ni el dolor, ni el sufrimiento, lograron opacar el amor que su alma me siempre me profesó.

Ella, en mi corazón, ocupa el lugar más especial...
A ella, con toda el alma, tengo el placer de llamarle Mamá. 







  

viernes, 9 de mayo de 2014

Epitafio... (Para un amor que murió)

Debo confesar, respetada señora, que le quise... Tal como quieren los jóvenes; con un corazón  brioso e incontenible, un querer rebelde e impredecible, un sentimiento que me movía a hacer por usted todo aquello que jamás pensé.

Debo igualmente confesar, respetada señora, que era usted la dueña de mis anhelos, y que mi mundo entero giraba entorno a sus ojos; que no temía enfrentar tormentas ni oposición con tal de ser el dueño de sus días, y el lecho donde descansara cada noche.

He de admitir, de la manera más sincera que le quise, aún cuando su corazón no se apegó al mío de la misma forma; le quise...con toda el alma le quise...

Aunque para usted, no fue suficiente...
Aunque para usted, yo, no fui suficiente.