Debo confesar, respetada señora, que le quise... Tal como quieren los jóvenes; con un corazón brioso e incontenible, un querer rebelde e impredecible, un sentimiento que me movía a hacer por usted todo aquello que jamás pensé.
Debo igualmente confesar, respetada señora, que era usted la dueña de mis anhelos, y que mi mundo entero giraba entorno a sus ojos; que no temía enfrentar tormentas ni oposición con tal de ser el dueño de sus días, y el lecho donde descansara cada noche.
He de admitir, de la manera más sincera que le quise, aún cuando su corazón no se apegó al mío de la misma forma; le quise...con toda el alma le quise...
Aunque para usted, no fue suficiente...
Aunque para usted, yo, no fui suficiente.
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