miércoles, 12 de noviembre de 2014

Milonga para una niña

"La mayor cobardía de un hombre es despertar el amor de una mujer sin tener la intención de amarla..."  *

*(Esto aplica aún si nuestra intención nunca fue generar tal sentimiento, pero nunca fuimos lo suficientemente claros)


Alguna vez alguien me hablaba de lo conveniente que sería poder amar a capricho, a decisión; poderle decir al corazón qué, cuanto, cuando, y como sentir, pero por sobre todo por quien sentir; sin embargo la conclusión en torno al tema no tardó más de cinco minutos en aparecer, y es que el día en que podamos dictarle al corazón los designios que  a conveniencia y razón dispongamos, ese día el amor dejará de ser.

Ciertamente se evitarían un sin número de desilusiones, y se viviría, en teoría, más feliz... ¡pero vamos!, que lo que hace tan grande al amor verdadero no es otra cosa que lo bien que nos hace sentir cuanto toca a nuestra puerta después de que hemos dejado entrar muchas decepciones.

Sin embargo, el hecho de no poder controlar lo que se siente, ni por quien se siente, no nos exime del deber moral de evitar ilusionar a aquellos que nos abren su corazón de par en par, pero por los cuales, para bien o infortunio, no sentimos...o al menos no en la misma medida.

Aún cuando es inevitable e incontrolable lo que los demás puedan llegar a sentir por nosotros, los ojos con los que nos vean, o las esperanzas que respecto de nuestro ser guarden; es indiscutible el hecho de que la sinceridad y la claridad de actos e intensiones deben ser el estandarte de nuestro trato para aquellos.

Bien dice mi madre, que de los amigos hay que cuidarse, pues no en pocas ocasiones el cariño fraternal muta, y aquel que ayer nos veía como amigo y compañero, mañana puede llegar a ver la luz del sol al verse reflejado en nuestros ojos; por tal razón, por hombría, humanidad, decencia, y respeto a aquellos que como amigos se ofrecen, tenemos la obligación de ser claros y honestos respecto de nuestros propios sentimientos, no sea que una indelicadeza de nuestra parte, genere en esos seres que han puesto su corazón en nuestras manos, la esperanza de algo que no queremos que pase, o que aun si lo quisiéramos, no podríamos hacer que pase, pues en el  corazón no se manda, y el nuestro pertenece a alguien más.

Con ese tipo de cosas no se puede improvisar, ese tipo de asuntos no pueden tenerse por sobreentendidos, y hoy, con esa lección aprendida -de la manera más dura de todas- cito al gran Alfredo Zitarrosa para decirte: 

"...Por eso niña te pido, que no me guardes rencor,
yo no puedo darte amor, ni vos podes darme olvido,
yo se que en cualquier descuido me iba a volear contra el suelo,
y aunque me ofrezcas consuelo, yo no lo puedo aceptar,
puedo enseñarte a volar, pero no seguirte el vuelo...

Yo no te puedo entregar un corazón apagado,
cuando falla el del costado  no hay nada que conversar.
Hay una forma de amar...es un modo de conciencia,
hay un amor que es paciencia, y otro que solo aromar,
¿Cual amor te podría dar quien amara tu inocencia?..."

Aunque no ha sido mi intención, lamento haber causado daño...


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