Zara dio una
y mil vueltas en la cama esa noche, por más que lo había intentado no había
podido conciliar el sueño; hacía solo unas pocas horas se había despedido para
siempre del hombre al que amaba, pero con el que no podía estar…
Dicen muchos
que el verdadero amor no conoce fronteras ni obstáculos; que todo lo espera,
que todo lo soporta, que a todo puede hacer frente y que nada puede hacerlo
menguar; y en efecto, así es.
Empero, se olvidan
mencionar que ni la incondicionalidad de ese amor, o lo invencible del
sentimiento, ni la grandeza del afecto, garantizan la materialización de las
esperanzas de quienes así se aman… es más, en no pocas oportunidades es en
nombre de un enorme amor, que los amantes se separan, y ese era su caso, y
Sergio, su causa perdida.
Tomó
entonces su celular y escribió:
“Ya pronto podré organizar las ideas
que quiero escribirte, porque no quiero que salgan tan revueltas y
desorganizadas como están en mi cabeza en estos momentos, por ahora solo quiero
que sepas que estaré bien, que te he querido como a nadie y que mi cuerpo, mi
mente y mi corazón han quedado impregnados de ti...
Cuídate mucho.”
Acto
seguido, se tumbó en la cama intentando nuevamente dormir, pero era inútil, era
como si su cerebro reviviera a cada segundo, mil y un momentos que llenaban su
pecho de un cálido sentir, mientras que su cabeza, a punto de estallar,
recriminaba cada una de las decisiones que había tomado hasta ese día… y así se
pasó las siguientes dos horas.
De repente
algo dentro de sí se movió, y le movió a desahogarse; se sentó entonces frente
al ordenador, y recordando algo que alguna vez quizá leyó, o escuchó en alguna
parte, (no sabía bien), escribió lo siguiente:
-Cuenta una leyenda china la historia
de dos amantes que jamás logran reunirse... Se llaman Noche y Día...
En las horas mágicas del atardecer y el
amanecer, los amantes se rozan y están a punto de encontrarse, pero nunca
sucede, (dicen que si prestas atención puedes escuchar sus lamentos y ver el
cielo teñirse del rojo de su rabia).
La leyenda afirma que los dioses
tuvieron a bien concederles algún instante de felicidad y por eso crearon los
eclipses, durante los cuales los amantes logran reunirse y hacer el amor...
Tú y yo también
esperamos nuestro eclipse, ese mismo que nunca se dio, y que ya no se dará; pues
hemos comprendido que ya nunca volveremos a encontrarnos, que estamos
condenados a vivir separados... que somos como el día y la noche.
Debes saber, que aunque
no pueda verte ya… aunque mis palabras ya no te puedan tocar, y tus latidos sean
ajenos a mi clamor, habré de amarte por siempre…-
Suspiró muy
profundamente, intentando ahogar el llanto que le sobrevenía, y presionando un botón
envió el mensaje sin dudarlo, sin pensarlo… haciéndolo más para sí, (como una
forma de hallar la paz), que para él, pues tenía la extraña certeza de que no recibiría
ninguna respuesta; pero para su sorpresa, y sólo unos segundos después de haber
enviado el mail, él le respondió diciendo:
-Ahora entiendo claramente el
por qué los
eclipses son, tan mágicos...
Maravillosos…Tan esperados…
Entonces siempre serás mi Noche...-
Ella, en medio de un gemido inaudible, sonrió… justo como sonríen las
mujeres enamoradas; al tiempo en que una lágrima besaba su mejilla y recorría
su rostro para morir en sus labios…
Por última vez suspiró… y sí, luego de tantos ires y venires… pudo por
fin descansar.
por qué los eclipses son, tan mágicos...
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